Hace pocos días se hizo pública la Estrategia Digital Nacional, un muy importante instrumento de política pública que busca orientar las acciones del gobierno de la República en materia de desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación. Discutiendo su contenido con mis alumnos y colegas podemos llegar a las siguientes conclusiones:
Era muy necesario un documento de esta naturaleza, sin embargo éste adolece de serias deficiencias que hacen muy improbable su implementación y muy incierto el destino del gasto que se le destine. Ejemplo del modo de definir las políticas del gobierno de la restauración priísta, no hay metas ni indicadores claros que permitan orientar las acciones, racionalizar las inversiones, verificar el grado de implementación de las estrategias y evaluar sus resultados. Son metas difusas, discursivas, retóricas, demagógicas. Es una estrategia donde no hay cálculos de la inversión ni precisión sobre los gastos de operación, a pesar de las notas de prensa que refieren a miles de millones de pesos; por lo demás, no considera la operación real de las cosas, tampoco prevé gastos de mantenimiento, de reparación, ni de infraestructura. Es una reforma imprecisa porque no se sabe a quién le exigimos cuentas los ciudadanos, pues no está claro quién es responsable de llevarla a cabo.
La estrategia no parte ni incorpora ningún elemento que nos permita tener un diagnóstico de la situación actual. No se identifican fortalezas ni debilidades, no se reconocen los desiguales grados de desarrollo económico y social que distinguen a estados y regiones, no se sabe de qué tamaño ni de qué tipo son las brehas digitales que segmentan y distinguen a los mexicanos. No hay definición de los problemas, no hay cuantificación de su situación actual, no hay una precisión de las causas que los generan, no hay por tanto una situación ideal nítida, sino que es difusa, no se precisa a dónde se quiere llegar. Es un documento que no recupera el pasado reciente, es decir los efectos de las políticas públicas de los anteriores gobiernos. No hay balance de logros y fracasos.
Respecto de su contenido en materia educativa, no hay impulso a la investigación ni se reconoce la necesidad de contar con diagnósticos precisos sobre las brechas digitales; es decir no se reconoce la ignorancia general sobre el perfil tecnológico del ciudadano mexicano, sobre cuánto sabemos y luego cuánto deberíamos saber en relación a otros países.
La estrategia es insuficiente, el objetivo de dotar de infraestructura es retórico porque es un objetivo abstracto, absolutamente impreciso porque no hay un diagnóstico sobre las condiciones de operación de las escuelas mexicanas (muchas sin energía eléctrica, con piso de tierra, unitarias o multigrado, etc.). Se propone ampliar las habilidades digitales, pero no se dice a qué se refieren estas habilidades ni la manera en se enseñarán. No hay una idea de renovación de la educación a través de las TIC, ni de democratización del saber y del conocimiento. No hay alternativas pedagógicas que coadyuven en el incremento de la cultura digital de los ciudadanos. No hay una idea de enseñar y de evaluar de manera diferente. No hay una perspectiva pedagógica en el uso de redes sociales y otras herramientas digitales. No habla de cómo la participación de los maestros, estudiantes y padres de familia se podría incrementar en los consejos escolares a través de las TIC.
En términos de la educación superior, la ciencia y la tecnología el gobierno mexicano no tiene una estrategia digital, ésta debería precisar los ejes de la incorporación de las TIC al currículum, criterios de gobierno electrónico en las instituciones, procesos de modernización administrativa y de la gestión; una estrategia debería considerar las nuevas formas de producción de conocimiento, el uso de bibliotecas y repositorios documentales, y la necesaria visibilización de los productos del trabajo académico a través de su digitalización. Es absurdo hablar de crear universidades digitales, cuando lo que tenemos que hacer es fomentar la incorporación de las TIC a las universidades actuales y favorecer con ello su reforma y su modernización.
Hay un nuevo tipo de desigualdad social que se está configurando en las sociedades modernas ligada al uso, disposición y dominio sobre las tecnologías: la brecha digital. Como un país profundamente desigual en términos económicos y sociales debemos plantearnos una estrategia digital ligada al desarrollo social de todos los ciudadanos que se funde en una perspectiva de equidad social para todos los mexicanos. El nuevo programa gubernamental no atiende a la brecha y por ende previsiblemente redundará en acentuar la desigualdad entre las personas.