Fidel Ibarra López
En este espacio hemos señalamos que las autoridades educativas debían explicar cómo iba a operar en la realidad, la triada constituida por el telemaestro, el maestro y los alumnos, para garantizar los aprendizajes de estos últimos. La interrogante no se contestó; pero la puesta en marcha del modelo educativo de educación a distancia en esta primera semana de clases está dejando al descubierto la respuesta a esa interrogante. En esta primera semana de clases, la triada funciona de manera desvinculada: el telemaestro expone el contenido, el alumno observa y el maestro formula algunas interrogantes sobre el contenido expuesto en televisión, mismas que son enviadas al padre de familia a través de WhatsApp. Estas interrogantes son resueltas por el alumno en su cuaderno y le son reenviadas al docente por la misma vía. En ese proceso, el docente no tiene contacto con el niño, sino con el padre de familia, y el niño contesta lo que se le solicita, pero no tiene retroalimentación sobre lo que hizo. Esto para educación preescolar y primaria. Y para los alumnos que no cuentan con una computadora con acceso a internet.
Lo anterior es una contradicción del modelo de educación a distancia; pero no es la única. Con la educación a través de la televisión se está generando una tipología de clase que traerá como resultado un proceso lineal, como el que se describe en el párrafo anterior: se introduce el contenido y se formulan algunas interrogantes al respecto; pero no hay espacio para la consolidación de esos contenidos, ni para la retroalimentación. En ese sentido, no hay trabajo metodológico del docente, y ello se debe a que, en el modelo educativo, a este último se le dejó un rol tangencial en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
He escuchado a algunas autoridades educativas en los estados que han señalado que “las clases de la televisión son un apoyo solamente para el alumno, pero la base fundamental está en la labor del docente”. En esta primera semana de clases, no ha ocurrido así en el caso de la educación pública y para el nivel de preescolar y primaria. Y menos en aquellos lugares donde las familias no cuentan siquiera con los elementos tecnológicos indispensables con los cuales se les pueda dar continuidad al proceso de enseñanza del docente.
Se puede argumentar que formalmente los docentes no han empezado el ciclo escolar, debido a que la SEP anunció que las primeras tres semanas de este ciclo, serán de “repaso”, y que hasta la cuarta semana de clases se estarán abordando los contenidos de este ciclo escolar. Sin embargo, aun con ese argumento de por medio, no observo condiciones para que el proceso de enseñanza-aprendizaje mejore.
Con lo que hemos observado en esta primera semana de clases, se puede constituir una conclusión preliminar: este modelo de educación a distancia es adecuado -como se afirma- si se concibe como “apoyo” para el alumno solamente, no como la base central del proceso de enseñanza-aprendizaje. El alumno debe sostener ese proceso directamente con el docente a través del uso de las tecnologías. No hay otra vía para mantener en pie el proceso de enseñanza-aprendizaje. Si solo se mantiene la vía de la clase televisiva, no va a redituarle gran cosa al alumno.
Estas contradicciones internas que está dejando al descubierto la puesta en marcha del modelo educativo de educación a distancia, deben ser objeto de observancia por parte de las autoridades educativas para que puedan ajustar. El daño, en términos de aprendizaje, puede ser muy grave; sobre todo para aquellos alumnos que se ubican en una condición de rezago social y no cuentan con el acceso a la tecnología.
Es falso que este modelo educativo iba a integrar a todos los alumnos. En términos de aprendizajes, lo que está dejando al descubierto es que los alumnos con mayor rezago social van a ser los más afectados. No se requería la televisión, sino el acceso a internet y a una computadora. En ese sentido, la situación encierra una paradoja: se recurrió a la televisión para generar un “proceso inclusivo” en términos educativos, pero lo que está produciendo en la realidad, es un marco muy grave de exclusión.
¿Por qué? Para los niños que sí cuentan con el acceso a la tecnología, las clases en la televisión son un “apoyo” solamente; pero el proceso en realidad lo están desarrollando con sus maestros con el auxilio de alguna plataforma. En la educación privada, por ejemplo, las clases en televisión ni siquiera se están utilizando como recurso. Allá, se está aprovechando la experiencia que dejó el fin del ciclo escolar pasado, y se está sistematizando un proceso de enseñanza a través de la tecnología. Cuando este ciclo escolar termine, las escuelas privadas habrán profesionalizado ese proceso. Y la brecha con respecto de la escuela pública, se hará más grande todavía.
Quienes hicieron el diseño de este modelo educativo a la distancia, no consideraron todas las variables que estaban en juego. Buscaron mantener en pie el ciclo escolar, integrando el concepto de “inclusión”; pero en los hechos está ocurriendo lo contrario.
Con el punto anterior, vuelve a ser pertinente lo que hemos estado señalando en artículos anteriores: se mantuvo el ciclo escolar en pie, no así los aprendizajes.