Dr. Arturo Jiménez Cruz
Uno de los indicadores más independientes y rigurosos utilizados para valorar la influencia de las universidades y de los departamentos o escuelas de una universidad son las citas. El sistema nacional de investigadores las utiliza para evaluar a los investigadores en la mayoría de las disciplinas.
El ranking de universidades de Shangai o Acadremic Ranking of World Universities (ARWU) y otros rankings de prestigio, le atribuyen a las citas a trabajos de los profesores un peso muy relevante. Estas valoran la influencia que tienen los académicos en sus aportaciones al conocimiento. El ARWU utiliza el impacto de las citas normalizadas, que se refiere al cociente de las citas de un trabajo publicado por una institución, en un área académica durante el período de cinco años previos a la evaluación con las citas promedio de las publicaciones en la misma disciplina o área. El sistema nacional de investigadores considera el índice H y la mayoría de las universidades públicas utilizan las citas en los programas de estímulos a la productividad.
Los resultados publicados por el ARWU en 2019, para medicina clínica son interesantes. De las 500 mejores instituciones del mundo, 123 son programas de los Estados Unidos, 35 son del Reino Unido, ocho de España, siete de Brasil, uno de Chile, uno de Argentina, uno de Uruguay y uno de Perú. De España, el primer lugar ocupa el número 38 en el mundo, la Universidad de Barcelona, le sigue la Universidad de Valencia (151-200), la Autónoma de Barcelona y la Pompeu y Fabra (201-300) (tres de la ciudad de Barcelona entre las primeras cuatro).
De las universidades hispanoamericanas, la Universidad de la República de Uruguay (151-200), la Universidad Peruana Cayetano Hernández (201-300), la Universidad Católica de Chile y la Universidad de Buenos Aires están entre la 301-400.
Resalta que ninguna institución de México, con carreras de medicina o con programas de especialidad de México se encuentra entre los 500 mejores del mundo. Se podría argumentar, sin una razón que justifique la ausencia de investigación donde se forman a médicos, que las publicaciones de los mexicanos se dan en instituciones o centros de investigación; sin embargo, ninguna de estas instituciones se encuentra entre las primeras 500 del mundo.
En los Estados Unidos existen 180 universidades donde se imparten carreras de medicina y hay 123 instituciones entre las primeras 500; en el Reino Unido hay 32 carreras de medicina y tienen 35 instituciones; en España, existen 52 programas de medicina y cuenta con ocho y México con 180 programas con reconocimiento de validez oficial de estudios y con más de 150 programas de especialidad, ninguna universidad o institución de investigación está entre las primeras 500 del mundo.
En salud pública, hay 14 universidades españolas entre las primeras 500, la Pompeu y Fabra, en el lugar 21 y la Universidad de Barcelona entre 51 y 100; Brasil cuenta con 12 y de México solamente se encuentra la UNAM, en el lugar 401-500.
Estos resultados deben invitar a la reflexión. ¿Que hemos estado haciendo mal los gobiernos, los directivos y los profesores?
A principios de los setentas del siglo pasado, cuando estudié la carrera de medicina en la UNAM, las instituciones de educación superior públicas de México eran un referente en Latinoamérica y algunos consideraban que éramos referente mundial. En 1984 se inició el sistema nacional de investigadores que valora las citas; a principio de los noventa, los programas institucionales de la SEP, que estiman la investigación en las universidades públicas y los programas institucionales de estímulo a la productividad académica también le han otorgado un peso (aunque marginal) a las citas. Los programas de estímulos coincidieron, a partir del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, con la aprobación de decenas de escuelas de medicina privada y algunas públicas sin una planta académica con investigadores.
Los resultados podrían indicar que los programas de estímulo, donde se otorgan con frecuencia bonificaciones superiores a los salarios parece que no han funcionado; los programas de acreditación de los programas de licenciatura tampoco, o por lo menos no en la influencia académica de los profesores de las carreras de medicina y por lo tanto, de acuerdo a diferentes evidencias, la formación de estudiantes y residentes carecen o están limitadas para desarrollar el pensamiento crítico. Fundamental para realizar medicina clínica de excelencia.
En mi experiencia como profesor en el pregrado y el postgrado durante más de 40 años, he observado que existe bastante autocomplacencia por parte de autoridades gubernamentales, institucionales y de los profesores de universidades públicas y entre las privadas, con excepción de un puñado de 10, se han enfocado principalmente al beneficio económico; la crítica se estigmatiza y si se puede se reprime; el plagio se ignora y en ocasiones hasta se festeja; el currículo de las carreras de medicina se ha mantenido casi inalterable en los últimos 50 años.
Además, existe un hipercentralismo en la toma de decisiones, cuando existen referentes académicos son de baja calidad, los procesos académicos son poco rigurosos; en las acreditaciones, la investigación se ve como un valor agregado y no como un elemento fundamental en el proceso enseñanza aprendizaje.
La formación del médico y de los especialistas requiere una transformación profunda.
*Profesor de la Facultad de Medicina y Psicología
Universidad Autónoma de Baja California