Fidel Ibarra López
La idea de rinoceronte gris es una metáfora utilizada por Michele Wucker (2016) para referirse a esos riesgos que se sabe que son posibles de suceder, pero que, aún con eso, no se enfrentan e incluso se les saca la vuelta por una situación de negligencia. No obstante, si un riesgo no se enfrenta no por eso va a desaparecer. Al contrario, cuando ese riesgo se hace efectivo, termina afectando de forma muy grave al individuo, la empresa, el gobierno o la sociedad.
Recurro a esta metáfora del “Rinoceronte Gris”, porque lo que tenemos de aquí al inicio del siguiente ciclo escolar es precisamente eso, un enorme rinoceronte gris tanto para la educación privada, pero más para la educación pública. Y no parece que para las autoridades responsables represente una preocupación, puesto que no parece que se esté previendo nada.
¿Qué riesgos tenemos para el próximo ciclo escolar? De entrada, es casi un hecho que el ciclo escolar iniciará como terminó; esto es, a través de la educación a distancia. Y en su defecto, si hay condiciones, posiblemente se regrese a la clase presencial ya avanzado el ciclo escolar -si no se complica la pandemia-. En ese sentido, para el próximo ciclo escolar tendremos -si cabe la expresión- la impartición de un sistema hibrido -educación a distancia y presencial-; en el cual -en honor a la verdad- no estamos preparados todavía. Ni en lo referente a la parte de infraestructura, ni en cuanto a la capacitación del docente.
En el tema de la infraestructura, hemos dado cuenta en este espacio -de acuerdo con los estudios del INEE (2018)-, del déficit que se tiene en esta materia. Y en el caso del docente, no significa solamente que sepa manejar tal o cual plataforma, sino el tema es más de fondo, porque involucra a la parte didáctica, que para el caso de la educación a distancia es totalmente diferente que la didáctica para la clase presencial. Con la educación a distancia se modifica la práctica docente y con ello, la relación docente-alumno -sobre todo en lo referente al conocimiento- porque se modifica -citando a Pogré (2012)-, el estatuto epistemológico saber enseñar y saber enseñado. Si no se tiene dominio sobre el primer aspecto, se alteran los resultados del aprendizaje en el segundo.
Me extiendo un poco más en este último aspecto: para el ejercicio de la práctica docente es condición sine qua non, en la parte de la enseñanza, dos factores fundamentales: 1) El dominio académico sobre el área objeto de estudio que se enseña; y 2) El conocimiento didáctico y metodológico para tomar decisiones acerca de cómo enseñar (Lombardi, 1999). A esto hay que sumarle ahora, las competencias digitales, así como el conocimiento sobre la didáctica para la educación a distancia. Si antes de la pandemia arrastrábamos problemas sobre el tema de la didáctica para la educación presencial, ahora el problema se multiplica con esto de la educación a distancia. Visto así, no es un asunto menor. Y no se observa que esté en la agenda de las autoridades educativas. En ese sentido, la pregunta obligada es: ¿se va a iniciar el ciclo escolar con los mismos problemas con los que terminó? ¿Por qué no se asume la capacitación de los docentes como un tema estratégico de cara al próximo ciclo escolar?
En el caso de los alumnos -sobre todo para el caso de la educación básica-: los niños que no tienen acceso a las tecnologías en sus aulas, ¿van a iniciar en la misma condición el próximo ciclo escolar? Si ese es el caso, significaría entonces que el nivel de desigualdad entre los alumnos se va a acrecentar todavía más durante todo el tiempo que dure la pandemia. Una condición que resultaría irreparable para miles de niños en México.
Lo expongo en otros términos: con esta pandemia, hasta el concepto que teníamos de escuela se ha transformado, porque de ser un espacio donde se constituía el proceso de enseñanza-aprendizaje, así como el proceso de socialización secundaria en el niño, ahora esta última parte ha desaparecido y la primera se ha trasladado al espacio privado del docente, con todo lo que ello representa en términos pedagógicos y didácticos.
La nueva normalidad -lo hemos señalado varias veces- no se remite a asumir un conjunto de medidas administrativas, ni un conjunto de protocolos para asegurar el retorno “seguro” a las escuelas. Eso es importante, pero en términos reales es un aspecto secundario frente al reto de fondo; esto es, ¿cómo se va a afrontar la nueva realidad educativa sin la infraestructura educativa necesaria y sin la debida capacitación de los docentes?
Lo anterior no es el hilo negro, ya ha sido ampliamente comentado por varios analistas. Por ese motivo, a estas alturas se constituye hasta en un asunto obvio. Y ese el punto precisamente para hablar de un Rinoceronte Gris: estamos ante un hecho obvio, pero para las autoridades educativas la agenda la atención se centra en otras agendas.
En el fondo, el problema está en la planeación. No se trabaja por planeación, sino por urgencias -ya lo hemos dicho también en este espacio-. Y cuando eso ocurre, los esfuerzos institucionales se orientan hacia el día a día y sobre la urgencia más apremiante que se presente. Con ello la educación simplemente se administra. Más nada.
El problema es que, como lo señalamos líneas arriba, una vez que el riesgo se hace efectivo, el rinoceronte embiste y aplasta. Y cuando eso ocurre, los costos son muy graves.
¿Estamos a tiempo? En realidad, los tiempos están encima para el próximo ciclo escolar; pero si se actúa de aquí a cuando inicie el ciclo, se puede avanzar de forma sustantiva. Y para ello, la planeación va a ser clave.
No esperemos a que nos embista y nos aplaste el Rinoceronte Gris.
Hay que prever…