El Examen de Admisión a la Universidad en China: Cómo funciona y por qué es tan importante en el marco de su proyecto de desarrollo nacional
Por Emilia Székely
El 16 de febrero de este año, tuve el gusto de presentar una ponencia sobre el examen de admisión a la universidad en China (coloquialmente conocido allá como gaokao), en el marco del Diplomado en Estudios sobre Asia organizado por el Seminario Universitario de Estudios Asiáticos de la UNAM.
Quiero recoger aquí algunas de sus ideas principales, pues siendo China un actor tan importante tanto en la región como en el mundo, considero relevante contribuir al conocimiento de uno de los mecanismos organizativos que define el perfil de su población (¡una quinta parte de la humanidad!), y por tanto el de sus instituciones, sus decisiones políticas, sus relaciones internacionales, y en fin, el de todo aquello en lo que la educación tiene alcance. Esto incluye por supuesto a su participación en el mundo de los negocios, especialmente porque China transita actualmente de una economía basada en mano de obra barata a una de mano de obra calificada. El caso del gaokao, trae además elementos para la reflexión sobre el rol y los retos de la educación en general y, consecuentemente, sobre el proyecto educativo en México.
Decía entonces, que mientras que en otros países cada universidad elige los criterios para seleccionar a sus aspirantes, y que generalmente éstos son diversos (currículos, entrevistas, calificaciones, experiencias deportivas, etc.), en China todo se decide con la suerte que tengan los estudiantes el día del gaokao — un examen que funge como pre-requisito único de acceso a casi todas sus universidades.
La intención de éste, desde la perspectiva de las autoridades educativas chinas, es garantizar condiciones de igualdad en el acceso a la educación superior a una población para cuya mayoría ésta representa una oportunidad casi única para su escalada social. Esto es, para romper con el complejo ciclo de la pobreza. A pesar de las crecientes dificultades que encuentran los egresados de la universidad para encontrar trabajo, en la mayoría de los casos contar con estudios universitarios es una de las pocas alternativas a las que puede aspirar un ciudadano chino para mejorar su capacidad adquisitiva, enriquecer su preparación profesional, y, más importante aún, conseguir un permiso de residencia (conocido como hukou) en la ciudad, el cual es per se un pase para una mejor calidad de vida. Aquí cabe señalar que en la mayoría de las familias de este país los hijos, una vez adultos, toman la responsabilidad de procurar económicamente a sus padres, abuelos e hijos. Por ello, su acceso a estudios superiores, determinado en gran medida por su éxito en el gaokao, es de suma importancia para el futuro de todos ellos.
Es de imaginarse la presión que por tanto genera este evento del examen. Más aún si se toma en cuenta que desde la instauración de la política de hijo único en 1978 la mayoría de los jóvenes chinos cargan con esta responsabilidad casi exclusivamente en sus espaldas, es decir, sin el apoyo de hermanos o hermanas. Y esta presión se ve. Se ve en las incontables horas extra (a las de la escuela) que dedican a sus estudios en preparación para el gaokao, lo cual inicia desde su infancia pero se acentúa particularmente durante el último año de la preparatoria. Se ve en las dimensiones de los operativos de seguridad y logística que se efectúan durante el evento. Se ve y se respira, sobre todo, en el enorme porcentaje de notas periodísticas dedicadas al tema en las semanas circundantes al examen, cada año y en todo el país. En los múltiples reportajes sobre las triquiñuelas de todo tipo a las que acuden estudiantes, sus familias y hasta las autoridades de las diferentes instituciones educativas, unos para garantizar su éxito en la prueba y otros para hacerse de los mejores estudiantes, pues de ello depende su fama y presupuesto.
Pensemos en el impacto que el que pareciera ser un simple y llano examen, tiene en el perfil del sistema educativo chino en general. Un sistema cuyos agentes, recursos y dinámicas se dirigen en buena medida a preparar a los estudiantes más que para las múltiples necesidades de sus comunidades, de la vida, para este examen.
¿Y cómo funciona? Salvo pocas excepciones, el gaokao se efectúa una vez al año de forma simultánea en todo el país. Suele durar 3 días (9 horas en total) y aunque se permite a las provincias y municipalidades cierto grado de adaptación, por lo general se compone de reactivos que evalúan conocimientos en lengua, matemáticas y lengua extranjera — casi siempre inglés. A esto se le adhieren algunos sobre temas optativos, los cuales varían de localidad en localidad. Las notas de todas estas materias se suman y el umbral mínimo para el acceso es determinado según los criterios de cada institución educativa, quien invita a los estudiantes de su preferencia.
Como mencionado arriba, el principal objetivo que argumentan quienes promueven el gaokao es forjar un sistema meritocrático, que garantice que todos los jóvenes chinos gocen de la misma oportunidad para acceder a la educación superior, sin importar su contexto político, religioso, económico, etc. Este objetivo es significativo en un país con reconocidos índices de desigualdad como lo es China[1]. Sin duda, definir medidas apropiadas para seleccionar quienes, de entre tantos aspirantes, deben y pueden acceder a los estudios universitarios, es una tarea titánica y compleja — tan sólo el año pasado tomaron el examen alrededor de nueve millones de jóvenes!. En este sentido, los logros obtenidos en los últimos años respecto a la extensión del acceso a la educación superior son notorios y sin duda “aplaudibles”, pues éste ha aumentado de 9.85% en 1998 a 34.5% en 2014, gracias a una agresiva política estatal que ha multiplicado el número de universidades y dotado a varias de ellas de un creciente presupuesto.
Sin embargo, dos cuestiones preocupan a quienes estudian este mecanismo: la desigualdad que caracteriza a su diseño, y aquella que éste acentúa entre los distintos sectores de la población. Esto es, numerosas investigaciones demuestran que a pesar de sus intenciones, el sistema no es realmente meritocrático y que, por el contrario, reproduce (y para ciertos grupos acentúa) la problemática de desigualdad que existe en el país. Una lectura de dichos documentos sugiere que esto atribuyen, principalmente, al hecho de que el gaokao sea una prueba estandarizada.
En primer lugar, hay quienes sugieren que la meritocracia no es “apolítica”: los criterios con que se mide responden a intereses y criterios tanto políticos como económicos (como todo sistema de evaluación). En China, especialmente desde la reforma de 1978, el gaokao ha servido como medio para legitimar un status quo que enfatiza la estratificación social y un discurso particular respecto al desarrollo, por los contenidos que evalúa.
Además, argumentan otros, el gaokao contiene en sí un sesgo tanto cultural como de clase. En este sentido, a lo largo de los años se han implementado distintas medidas de discriminación positiva, tales como la asignación de puntos extra para deportistas y minorías étnicas. Sin embargo, estas medidas se encuentran hoy en arduo debate, no sólo por la serie de abusos que se han llevado a cabo en su nombre, sino por el hecho de que han mostrado ser insuficientes para resolver la desigualdad que existe entre el medio rural y el urbano, y entre los distintos grupos étnicos.
En la investigación emanada del campo de la educación para el desarrollo, sobra evidencia de que el acceso equitativo a una educación de calidad requiere de lo que yo llamo “relevancia (pertinencia) plural”. Esto es, de que la educación y sus mecanismos de evaluación sean relevantes no sólo a unos sino a los distintos intereses y necesidades de los estudiantes, los cuales devienen de las diferentes dimensiones en las que se regula su vida. Algunas de estas dimensiones son organizacionales y tienen distintos grados de autonomía.
Es decir, los intereses y necesidades de un niño se regulan de forma simultánea a varios niveles de organización educativa (la casa, la escuela, el ministerio de educación, las pruebas PISA, UNESCO), los cuales permanente negocian sus objetivos y dinámicas a según los motivos que les constituyen. Así, garantizar que los niños tengan acceso a educación de calidad depende tanto de las leyes que promulguen las autoridades de un Estado, como de las decisiones que tomen los maestros en una escuela, así como de la forma y éxito con que ambos negocien.
De la misma manera, los intereses y necesidades de los niños provienen de otras de las dimensiones que rigen su vida: las condiciones nutricionales, la capacidad de los padres para apoyar con las tareas, las condiciones de inseguridad política, las necesidades económicas de la familia, etc. No cabe duda de que el gaokao per se arroja información relevante para el proceso de selección de los estudiantes. Se ha demostrado que la capacidad de lectura y el razonamiento matemático son cruciales para el acceso y comprensión de cualquier área del conocimiento. A nivel de educación superior, la lengua extranjera es, además, una herramienta claramente importantísima para acercarse a las investigaciones de frontera y comunicarse con el resto de la comunidad académica internacional — especialmente para los chinos, por aquello del idioma. Es por ello que este tipo de habilidades y conocimientos forman el esqueleto de casi todas las pruebas estandarizadas en el mundo.
El problema, más que en su uso, radica en su abuso — el hecho de que el gaokao sea el único criterio para la selección de los estudiantes provoca un sistema alineado que supedita unas dimensiones a otras y promueve más la memorización que las habilidades críticas para la vida dentro y fuera de la comunidad, pues la evaluación de los maestros, escuelas y estudiantes, currícula, etc., todos se estructuran a partir de éste.
A esto se suma que no todos los estudiantes tienen la misma capacidad económica para enfrentar en condiciones de igualdad esta prueba estandarizada. En China, después de los 9 años de escolaridad la educación ya no es obligatoria, y por ende la preparatoria no forzosamente es gratuita. Las cuotas de este nivel de estudios no todos las pueden pagar. Además de estos filtros, también está el que sólo unos cuantos tienen la alternativa de eludir este examen y migrar al extranjero para cursar la universidad, donde por cierto se incentiva de forma creciente la incorporación de estudiantes chinos. Las notoriamente caras universidades principalmente de Hong Kong y de “Occidente”, han visto en éstos una medio para paliar las dificultades financieras que les ha traído la crisis económica. Hoy en día en Estados Unidos, por ejemplo, alrededor del 31% de la matrícula de estudiantes extranjeros registrados en instituciones de educación superior son chinos.
Otro elemento de central importancia para el argumento de que el gaokao, por ser prueba estandarizada, está promoviendo la desigualdad, es el tema ya mencionado del hukou pues, con contadas excepciones, este se transfiere de forma trans-generacional. Esto es, el hukou de los padres determina en primera instancia el de los hijos y son pocas las oportunidades para cambiar un hukou rural a uno urbano. Estas están principalmente relacionadas con la obtención de un empleo formal en la ciudad o con la aceptación en una institución de educación superior, también en una ciudad. El problema aquí es que la mayoría de las universidades (y las más reconocidas) se concentran en las zonas urbanas, lo que se traduce en un significativamente menor número de lugares para estudiantes de hukou rural, pues éstas, al igual que las rurales, tienen mayores cuotas de admisión para estudiantes locales.
Por otro lado, han habido varios reportes de que varios jóvenes que han crecido y estudiado en las ciudades, se han regresado a los lugares de origen de sus familias para estudiar ahí la preparatoria y ganarse el derecho de presentar ahí el examen, pues circula la percepción de que la versión del gaokao de las áreas rurales es más fácil que la de las urbanas. Se ha visto que esto comúnmente genera dos tipos de escenario: la desadaptación de estos estudiantes o una condición ventajosa con respecto a los locales, que no han tenido las bondades de la calidad educativa de las zonas urbanas. Algo similar ha sucedido con estudiantes que habiendo crecido en zonas urbanas, gozan de un hukou de áreas territoriales consideradas de minorías étnicas. Estos regresan a dichas regiones para estudiar los últimos años del bachillerato y así recuperar el derecho a gozar de los puntos extra que les confieren las políticas de discriminación positiva en el gaokao.
Esto trae a la luz un último factor de primordial peso a la hora de presentar en “igualdad de condiciones” el gaokao: el absolutamente inequitativo contexto socio-económico y educativo del que provienen los distintos aspirantes. Existe una estrecha correlación entre los recursos de apoyo de que gozan los estudiantes para su formación (nivel educativo de los padres, condiciones infraestructurales de las escuelas, calidad de la educación, insumos nutricionales, etc) y su desempeño educativo. En China hay un desfase en el contexto de desarrollo que divide, como arriba mencionado, a los niños de la ciudad y los del campo, los de orígenes étnicos Han y los de la mayoría de las demás etnias, a los de género masculino y los de género femenino, casi siempre en detrimento de los segundos, respectivamente. Esto es, la desigualdad viene desde abajo, y más que resolverse, se recrudece con el gaokao.
Todos estos argumentos han sido sopesados por las autoridades educativas chinas, quienes siguen buscando medios para balancear las ideas de mérito y de equidad de oportunidades. Consecuencia de ello han sido las permanentes reformas al examen a lo largo de la historia, sobre todo durante los últimos años. Las promulgadas por el Consejo de Estado en 2014 son prometedoras, pues reconocen la necesidad de atender las problemáticas arriba expuestas. Éstas exigen que las escuelas aumenten la cuota de acceso a poblaciones no locales y evalúan posibilidades para ampliar el número y tipo de criterios para la admisión a la universidad, además de los resultados del gaokao — e.g. notas de otros exámenes serán tomadas en consideración, mayor número de oportunidades para la presentación de pruebas de idiomas extranjeros, reconocimiento de actividades extra-curriculares y voluntariados, etc. También se ha pensado en implementar el gaokao en varias sesiones. Más aún, las reformas reconocen la necesidad de mejorar la calidad de la educación básica para los niños migrantes. Sin embargo, se teme que las medidas de implementación de todas estas novedades son poco claras y en ocasiones, insuficientes. Ejemplo de ello es que si bien se motiva a las universidades a ampliar la cuota de admisión para estudiantes no locales, dicha medida no corresponde con un ajuste en el presupuesto a éstas destinado, que actualmente se determina en función del número de estudiantes locales registrados. Es entendible entonces que las escuelas se resistan a absorber la responsabilidad económica que tal modificación en sus criterios de admisión conlleva. Además, las reformas del 2014 al gaokao no han correspondido con cambios en el sistema de hukou.
Lo esperanzador es que las autoridades desarrollan actualmente varios estudios piloto en diferentes localidades del país para evaluar los mejores medios para traducir las intenciones de las reformas en realidades que reviertan la preocupante tendencia hacia una mayor desigualdad en este país de más de 1500 millones de habitantes (incluyendo a los no registrados).
Concluyo subrayando que hay que entender al gaokao como un mecanismo de auto-organización en China. Uno que impacta y es impactado de manera substantiva por su proyecto de desarrollo y sus relaciones con el exterior. Que constituye un factor de crucial peso en su condición de inmensa desigualdad. Que refleja las aspiraciones que tiene para el perfil de su población, tan relevante en un mundo en donde su presencia es cada vez más notoria. El caso del gaokao habla, además, sobre los criterios y retos para medir la calidad de la educación, para premiar el mérito, para ofrecer igualdad de oportunidades. Todos ellos temas centrales de la agenda educativa tanto en México como en el resto del mundo, y por ende claves para nuestra preocupación global subyacente de desarrollo sustentable.
[1] Aunque insuficiente para describir las complejas condiciones de desigualdad de este país, es significativo que su coeficiente Gini para el ingreso haya sido de 0.491 en 2012, cuando más de 0.40 es considerado un nivel preocupante.
Investigadora del Centro de Ciencias de la Complejidad, UNAM
Correo electrónico: emiliaszekely@gmail.com
CDMX, Abr 2016