Herzel García Márquez *
Las cifras que describen las consecuencias de esta pandemia en el contexto escolar son alarmantes. El primer impacto, sin duda, lo causa la deserción escolar. De acuerdo con MejorEDU (2020), el abandono corresponde a 1.8 millones de estudiantes (1.5 millones de educación pública y 243 mil de privada). Muchos de estos estudiantes han tenido que decidir entre el trabajo y el estudio, y esta decisión no solo evidencia el grave problema que significa la eficiencia terminal, también lo que será una pérdida afectiva en cada salón de clases, alumnos de menos en cada lista, personas ausentes en los equipos de trabajo. Faltaremos varios y otros viviremos duelos.
MejorEDU también indica que son en total, 5.2 millones de estudiantes entre 3 y 29 años que no están inscritos en el ciclo 20-21, ya sea por COVID o por falta de recursos; de esa cifra, 3 millones corresponden a educación básica. Atrás de cada número existe una historia que representa un duelo para familias y personas, para cada alumno y cada profesor. Las condiciones que cada uno vive en este reencuentro escolar son tan particulares como la clase de pérdida que vivimos. Cada uno, por más amable que haya pasado el tiempo de confinamiento presenta al menos, una mínima pérdida. De la libertad de tránsito, de la decisión sobre medios y tiempos para divertirse, hasta la ausencia de seres queridos y la pérdida de casas y trabajos.
La pandemia por la COVID-19 debe considerarse como una catástrofe humanitaria para entender la importancia de las repercusiones que tienen las mismas en la reconstrucción social, principalmente por la vivencia del duelo colectivo, la pérdida del sentido de trascendencia de la muerte debido a las connotaciones mediáticas con que se trata, un trato superficial a las cuestiones trascendentales de la vida y la muerte, tales como ritos de luto y aflicción; un sentimiento común entre los sobrevivientes de gratitud, pero también de culpa.
El escenario es sumamente complejo por presentar diferentes pérdidas para cada persona, sobre todo se debe considerar que el confinamiento ha impedido que se viva en comunidad, en compañía, los rituales y momentos que favorecen el proceso de duelo, cualquiera que haya sido la pérdida. No se ha tenido la oportunidad para dolerse ni para celebrar, lo que también duele. No hemos podido acudir a funerales, a velorios, pero tampoco a fiestas de bodas, a nacimientos, graduaciones; el duelo se encuentra presente.
Reconocer que cada persona está lidiando con estas pérdidas, permitirá que se facilite una postura empática en el reencuentro social y en el caso específico de la escuela, es indispensable que se considere esta realidad para detonar cualquier proyecto para el regreso. Plantearnos que el duelo regresa a la escuela resulta un escenario sanador, ya que si bien no tenemos el mínimo control sobre los momentos y tipos de pérdidas que se viven, sí podemos lograr la sistematización de atención psico-emocional para los sujetos educativos que conviven en el centro escolar.
El duelo es la forma saludable para procesar la pérdida que nos duele. Esta pérdida no tiene que ser la vida o salud de una persona, también vivimos el duelo por la pérdida de un objeto o de una situación. Pensemos en ese dejo de melancolía que de niños es tan común sentir cuando nos despedimos de los amigos o lugares vacacionales o en el sentimiento agridulce que se siente al graduarse y saber que si bien se abre un ciclo, también se cierra otro, y eso en ocasiones, duele.
En el caso de la pandemia COVID-19, las pérdidas se han presentado como un maremoto que deja diferentes mecanismos de respuesta accionados, varias formas y tiempos de proceso y de comunicación, elementos relacionados con la historia y personalidad de cada individuo. El programa para el regreso a clases debe considerar el contexto planteado como una prioridad pues es real que habrá alumnos y profesores quienes hayan perdido familiares, bienes materiales, condición de salud, entre muchos otros factores indispensables en cada vida.
Atender a la muerte y los procesos socio-emocionales relacionados con ella desde y dentro el contexto escolar significa una gran oportunidad de reconstrucción social y reorientación de cada brújula, considerando las circunstancias de la escuela, de la comunidad y de cada persona.
El manejo de la muerte que propone la industria del cine y la televisión cumple con su tarea de divertimento con tintes fantasiosos, pero deuda mucho en cuanto a un soporte emocional fuerte y sólido que permita procesos de madurez y regulación emocional realistas. Por ello, es indispensable que, como adultos, fomentemos que la escuela sea el lugar seguro cuyo ambiente favorece la vivencia y desarrollo de procesos personales que tienen que vivirse y no ocultarse, pues la reflexión deja sin duda, aprendizaje y crecimiento para todos.
Así, la propuesta de la Pedagogía de la Muerte sirve como una valiosa herramienta pues permite identificar al proceso de la muerte como un momento clave del ciclo de la vida, quitándole el drama fantasioso y aterrizando los recursos humanos al servicio de la necesidad personal.
La pedagogía de la muerte es una puerta a la reflexión personal sobre el indudable costo que pagamos cuando dejamos que los prejuicios encasillen a la muerte en un tabú social, porque hablar de las pérdidas y más de la muerte, pareciera que no es educado, no es propio, es íntimo y muy privado.
La escuela tiene la gran oportunidad de respaldar a la familia en cuanto a la contención emocional que implica la pérdida. Puede ser que sea la razón para que la pedagogía de la muerte entre al aula y ayude a procesar a los estudiantes más allá de sus saberes académicos comprometidos, cómo relacionarse con los procesos del ciclo vital, incluidos la muerte
El comprender que la muerte es inevitable permite que, desde la mirada pedagógica, cada persona se cuestione más allá de fechas y nombres, las consecuencias de decisiones bélicas; también permite que pensemos más sobre nuestra educación financiera y los servicios de salud y el derecho del enfermo y la calidad de la vejez. La pedagogía de la muerte, de acuerdo con Cortina (2015), pretende formar ciudadanos que consideren la finitud como condición humana desde la cual orientar valores vitales para la mejora social; es la oportunidad de entender que esta vida es solo una y debemos ejercer nuestro talento y vocación para lograr esa convivencia que asegure para cada uno, la calidad de una vida humana plena; para Herrán y Cortina (2006), la pedagogía de la muerte puede ser uno de los caminos para conectar a la educación ordinaria con la Educación para la Evolución humana. para los autores, la pedagogía de la muerte es una rama importante del árbol de la Educación de la conciencia.
La conciencia es precisamente el detonante necesario para prever y atender las situaciones que sabemos vamos a encontrar. Cada profesor conoce, escucha y sabe qué ocurre en su grupo y esa sabiduría traspasa el aula y rebasa la distancia, así como el tiempo. Bastará con pocos días para que cada profesor nombre a las faltas que ya sabía, existirían.
Es importante considerar algunas propuestas tanatológicas para que, como docentes, encontremos mejores rutas de acción:
-No estás solo. Cada profesor debe reconocer que también él regresa a clases con pérdidas importantes y que es indispensable pedir ayuda, atendernos para procesar nuestros duelos. También implica que ser profesor no te obliga a ser psicólogo, médico, tanatólogo, sino que te compromete a ser el mejor profesor que tus alumnos en este momento pueden tener y eso te permite conocer la maravillosa oportunidad del trabajo interdisciplinar para la atención integral de cada persona, empezando contigo.
-Hagamos comunidad. Significa activar grupos colegiados, programas de cine-debate, foros de discusión de temas y apoyo, así como contar con un directorio de una línea de Vida con los servicios de emergencia indispensable para cualquier situación, comunicarlo y tener protocolos revisados y actualizados. Es momento de prevenir cualquier emergencia, más vale pensar por adelantado.
-Vive los principios logoterapéuticos. Viktor Frankl dejo grandes enseñanzas que la Logoterapia resume en pilares claros y valiosos. Algunos de ellos pueden servir para trabajar en el contexto del regreso escolar, los procesos de duelo favoreciendo momentos de introyección y expresión.
Algunos de estos principios son:
-Vive y acércate a la naturaleza. Crear un huerto, un jardín y cuidar de él favorece estos espacios de acción y pensamiento reflexivo, además de contribuir a la actividad y disfrute estético para el ambiente armónico.
-Vive el humor. Enseñar a reír nuevamente, demostrar y acompañar en el redescubrimiento de la sorpresa, del chiste y volver del error y la risa, elementos de seguridad en vez de espacios obscuros de incertidumbre que atentan contra el autoconcepto.
-Vive el arte. Todos tenemos un lado artístico, descubrirlo y ponerlo al servicio de varias tareas es una oportunidad constante de vivir el éxito y la alegría de encontrar un sentido a lo que hacemos. Los proyectos escolares favorecen y dan oportunidad de que cada uno viva sus reflectores, hay que celebrar el talento.
En este reencuentro escolar, todos venimos incompletos y es una gran posibilidad de la escuela el abrir las puertas a la creación de ambientes que puedan contener a cada miembro encontrando brazos de nutrición en las organizaciones e instituciones externas que pueden y quieren apoyar a la reconstrucción social en el centro escolar, entendiendo que evidenciar es el primer paso para la reflexión necesaria en el proceso de mejora continua, y estos tiempos, son para mejorar, para seguir adelante.
Referencias
MEJOREDU (2020) https://www.gob.mx/mejoredu/es/articulos/la-educacion-en-mexico-no-se-detuvo-por-la-pandemia-mejoredu?idiom=es
Herrán, A. de la (2005). El nuevo paradigma complejo-evolucionista en educación, en A. de la Herrán, E. Hashimoto y E. Machado (Coords.), Investigar en educación. Fundamentos, aplicación y nuevas perspectivas (pp. 481-571). Madrid: Dilex.
Herrán. A. de la (2006). Los estados de conciencia: análisis de un constructo clave para un enfoque transpersonal de la didáctica y la formación del profesorado. Tendencias Pedagógicas, 11, 103-154.
Rodríguez Herrero, P.; de la Herrán Gascón, A. y Cortina Selva, M. (2015). Pedagogía de la muerte mediante aprendizaje de servicio. Educación XX1, 18(1), 189-212. doi: 10.5944/educXX1.18.1.12317
*Consultora Académica de la RCSA
@herzelgm