El momento político-electoral que estamos viviendo es propicio para el debate. Fue precisamente en este contexto que Raúl Zepeda Gil, investigador del Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República y profesor universitario, publicó en el blog de educación de la revista Nexos un estimulante texto intitulado, “Del mérito a la inclusión: una oportunidad para repensar la educación superior en México” https://educacion.nexos.com.mx/?p=1302
Ahí, Zepeda sostiene que la propuesta del candidato de la coalición “Juntos Haremos Historia”, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), de que todos los egresados de la educación media superior tengan ingreso a la universidad y que no sea el examen de ingreso la vía primordial para seleccionarlos no debería alarmar. Mas bien, sugiere Raúl, hay que “enmarcar la discusión” en “dos cuestiones de fondo: la orientación pública del sistema de educación superior” y los “problemas de implementación”.
Curiosamente, el llamado a la tranquilidad de Raúl encontró eco en el silencio de algunos rectores y rectoras de las universidades públicas autónomas. ¿Será que como quizás AMLO gane “la grande”, es mejor no hacer olas ante el futuro presidente?
Zepeda tiene razón cuando constata que México posee una tasa de cobertura relativamente baja en educación superior. En 2017, por ejemplo, 37 por ciento de cada 100 jóvenes en edad de cursar la universidad lo hacían mientras que este porcentaje para América Latina era de 44 por ciento (Unesco). ¿Por qué en México no hemos podido ampliar la participación de los jóvenes de entre 18 a 24 años en la educación superior al parejo de otros países de la región? La respuesta para Raúl parece clara: es el método de selección lo que está conteniendo dicha expansión. En concreto, son los exámenes de ingreso estandarizados el origen del problema, pues no logran capturar conocimientos (quizás midan memorización), ayudan meramente a regular la oferta de espacios con la demanda de los mismos y además, refuerzan las desigualdades socioeconómicas y culturales previas. ¿Solución? Según Zepeda: introducir “criterios más progresivos” y “abandonar definitivamente la preponderancia exclusiva del discurso del mérito para darle paso al discurso de la inclusión”.
Coincido con Raúl en el sentido de ampliar la participación de los jóvenes en la educación superior pública y reconozco las limitaciones de los exámenes estandarizados para seleccionar a los “más aptos” para cursar la universidad, pero yo propondría reflexionar sobre tres puntos antes de tirar por la borda la idea del mérito, la cual, no creo que sea totalmente opuesta a la de la inclusión.
Primero, ¿es México un país con profundas injusticias y desigualdades por haber introducido esquemas basados en el mérito académico o por el contrario, por haber desarrollado mecanismos discrecionales o unipersonales de redistribución de activos (puestos, plazas, lugares para estudiar en la universidad, contratos, etcétera) hemos profundizado las diferencias y el resentimiento social? Si los esquemas de selección académica están socialmente sesgados, ¿no se podría recomponer tal situación ampliando la base informativa con datos sobre los niveles de ingreso de los hogares, origen étnico, residencia y discapacidad de los jóvenes? No hay que olvidar los problemas que existían antes de la introducción del examen único para la zona metropolitana (1996), por ejemplo.
Segundo, Zepeda defiende la propuesta de AMLO poniendo ejemplos de otros países como Argentina, Uruguay, Francia y Alemania, sin embargo, la información al respecto es muy escueta. Quizás los argumentos de Raúl hubieran adquirido mayor fuerza si hubiera mostrado algunos datos de un caso más cercano: la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, que fue fundada cuando López Obrador fue Jefe de Gobierno (2000-2006) y cuyo Reglamento de Ingreso para Aspirantes de Licenciatura dice lo siguiente:
“[…] la UACM, conforme a los principios plasmados en su Ley, debe concebirse como un espacio inclusivo en donde todos tienen cabida, independientemente de cualquier singularidad social o económica, en donde no hay diferencias, en donde se persigue eliminar las circunstancias que dentro de las propias instituciones han venido acentuando las desigualdades. Uno de los principios de la Universidad es el acceso irrestricto. Sin embargo, la demanda de ingreso ha superado las posibilidades de la institución para cumplir a cabalidad con este principio. Es por ello que desde hace algunos años se ha creado un mecanismo democrático para cumplir, por un lado, con el derecho al ingreso a la educación de los aspirantes, y por el otro, con las posibilidades de la Universidad: el ingreso mediante un sorteo. En dicho proceso es el azar, y no los méritos, el factor determinante para el ingreso, es decir, en esta etapa los aspirantes están en igualdad de condiciones.” (itálicas agregadas)
Hay dos puntos que debo resaltar del reglamento de la UACM. Primero, también el mecanismo por azar opera como un regulador entre la oferta de lugares y la demanda de los mismos. Esto es algo que Zepeda criticaba de los exámenes estandarizados. Segundo, no es estrictamente verdad que todos los aspirantes están en “igualdad de condiciones”: unos pueden tener más suerte que otros en el sorteo. Ahora, en términos de justicia distributiva, ¿qué es más eficiente: un sorteo o un examen? No lo sabemos; hacen falta datos.
Tercero y último punto de reflexión. La selección basada en el mérito académico ha sido un tema recurrentemente discutido en los debates desde hace tiempo. En uno de ellos, hace 22 años, Pablo Latapí Sarre resaltó un punto que me parece importante recordarlo ante las propuestas de AMLO: ¿cuál es el “grado de selectividad académica” que debería tener la educación superior?[1]. Responder a esta pregunta implica un amplio ejercicio de deliberación pública por ser un tema de índole normativo que no debe establecer un personaje por muy poderoso que éste sea. Si alguna universidad pública desea establecer estándares académicos altamente exigentes para que los jóvenes de los estratos socioeconómicos más desfavorecidos se formen y se conviertan en una élite intelectual de este país, ¿se le va a acusar de ser una escuela fifí?
El debate sobre mérito académico, exámenes, equidad e inclusión en el sector educativo será promisorio cuando más jóvenes como Raúl Zepeda se animen a discutir públicamente sus posiciones y argumentos, mismos que, como ocurre en toda democracia, tendrán que ser criticados.
[1] Latapí, P. (1997). “Balance provisorio del examen único” en Tiempo Educativo Mexicano IV, México:UAA-UNAM. Otra opinión fundada sobre este tema fue la que publicó Observatorio Ciudadano de la Educación llamada “Selección Académica”, La Jornada, 12.12.2003.