Al comienzo de su gobierno, Enrique Peña Nieto se comportaba como un profeta armado. Parecía que seguía un manual escrito por Maquiavelo: ejercía el mando, se presentaba como un audaz restaurador del orden priista y un reformista consumado. Escogió a sus aliados (las dirigencias del PAN y del PRD) y sabía quiénes eran sus adversarios (Elba Esther Gordillo).
Llegué a pensar que, en su fuero interno, EPN aspiraba a rehabilitar, si no todas las características de la presidencia imperial, sí a ejercer poderes legales e informales para conseguir sus fines. Pero no diseñó una tecnología del poder para contender con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
Hoy, la CNTE tiene de cabeza al gobierno. Cierto, el Presidente defendió su Reforma Educativa desde Canadá y expresó que no habría marcha atrás. Los hechos de Nochixtlán acallaron a Aurelio Nuño, el vocero más porfiado de la política reformista. Mientras que el diálogo en la Secretaría de Gobernación no remedió nada. Al contrario, ofreció incentivos a los militantes dispersos de la CNTE, pocos, pero bien organizados, para movilizarse en otras regiones del país.
La Secretaría de Educación Púbica fue infructífera para comunicarse con los maestros de base y explicarles los posibles beneficios que la reforma traería para ellos. Los discursos desde arriba no penetraban, eran bloqueados por quienes refutaban los cambios. Los opositores lograron convencer a multitudes que se trataba de una reforma laboral, no educativa.
La SEP trató de revertir la tendencia mediante los Foros de Consulta del Nuevo Modelo Educativo, de febrero a junio de 2014, algo logró. Miles de docentes dejaron constancia de participación, algunos sentían que el gobierno los escuchaba y que pronto transitaría de lo administrativo y laboral a la cuestión escolar.
Los foros fueron las líneas de transmisión de que el Servicio Profesional Docente sería para beneficio de los maestros y medio para mejorar la educación. Pero el famoso nuevo modelo no sale a la luz todavía; se desperdiciaron meses. Hoy la revuelta magisterial tiene la batuta. Y no sólo en el sureste. Va que vuela para el norte.
En Nuevo León, por ejemplo, la propaganda de los disidentes caló e hizo crecer en número a los descontentos. Hay razones de peso para ello. Desde el primer pregón de la Reforma Educativa, los maestros se preguntaban qué iría a pasar con su plaza. De la incertidumbre pasaron a la desconfianza y luego al temor. Combustible puro para la CNTE.
Ayer, Excélsior publicó que el gobernador Bronco de Nuevo León expresó que, si es necesario, usará la fuerza pública para evitar bloqueos a carreteras y aeropuertos. Empero, si los maestros persisten en su beligerancia y el gobierno no cumple, quedará como el ultimátum del secretario Osorio Chong: una bravata sin consecuencias. Si cumple, será acusado de represor del pueblo.
La hostilidad de la CNTE amenaza con extenderse; su proyecto va más allá de abrogar la Reforma Educativa. Un conocedor a fondo del denominado Movimiento Democrático de los Trabajadores de la Educación de Oaxaca (MDTEO), Samael Hernández, advierte en su blog: “La Sección 22 construyó una magnífica máquina de guerra que apuntaba a la estructura antidemocrática del SNTE; los problemas comenzaron cuando los grupos radicales tomaron esa máquina de guerra… y controlaron al sindicato… Las decisiones del MDTEO comenzaron a orientarse no bajo una lógica sindical, sino insurreccional”.
Hernández coloca el giro en la S-22 cuando el gobernador Ulises Ruiz fracasó en reprimir a los maestros que tenían tomado el zócalo de Oaxaca, en junio de 2006. En Nuevo León y otras regiones, la situación está al borde del descontrol. Aunque quisiera, el gobierno ya no tiene capacidad para constreñir a miles. Pero tampoco puede ceder a las demandas de la CNTE. Peña Nieto está en un callejón sin salida.
La Reforma Educativa, la más importante de todas según el Presidente, está bajo sitio. Ya no tiene muchos defensores, ni aun dentro del gobierno, hasta parece que éste sólo espera que lleguen las vacaciones para tener un respiro. ¡Una ilusión veraniega!
La pugna contra la Reforma Educativa es la punta de lanza de una estrategia insurreccional, es un desafío que el Estado no sabe cómo resolver. Y, si lo dejare pasar, se agota su legitimidad. ¡Vaya brete!
No abogo por la represión, pero un diálogo de sordos no zanja el problema. Hoy veo al Presidente como un profeta desarmado. Parece que suplica a sus adversarios.