Laura Elizondo Williams*
En la década de los 60´s, se llevó a cabo un experimento social, el cual consistía en medir el comportamiento de diferentes niños al interactuar con un muñeco llamado “Bobo”. En éste, se demostró que las personas no sólo aprenden por ser recompensadas o castigadas (llámase Conductismo), sino que también pueden aprender al ver a alguien ser recompensado o castigado (aprendizaje por observación).
El experimento en sí dividió a niños de preescolar en tres grupos: los que observaban fotografías o acciones de adultos pegando al muñeco, los que observaban actitudes no agresivas a los muñecos y los que no observaron nada relacionado con este juguete.
La conclusión podría parecer obvia para los que vivimos en el siglo XXI, pues hoy es bien sabido que las personas aprendemos por observación y que aquello que vemos y escuchamos de nuestro entorno nos influye positiva o negativamente en nuestro comportamiento.
Hace 60 años, esta conclusión fue tan importante que dio pie a la teoría del Aprendizaje Social y a un sinfín de cambios de paradigmas en la forma en la que debemos de educar a los niños y jóvenes por lo que definitivamente podemos comprender más fácilmente el alcance de esta propuesta (aprendizaje social) si tenemos en cuenta que las personas aprendemos en entornos sociales por medio de la observación y después tendemos a imitar esos comportamientos.
Si el ambiente al que se expone la persona es positivo, entonces se tenderá a construir comportamientos positivos, pero si el ambiente es negativo, la exposición constante a ese ambiente y la observación de las conductas negativas darán por respuesta actitudes negativas de quien aprende.
Imaginemos a un adolescente que vive en un entorno familiar de respeto, de amabilidad y de amor… Es posible que sus conductas repliquen ese comportamiento, pero si, ese mismo joven observa constantemente agresión, violencia, valores incorrectos, es muy probable que tienda a repetirlos.
En otra situación, tenemos a este mismo joven en un ambiente familiar adecuado, pero decide dedicar buena parte de su tiempo a jugar video juegos con alto contenido de violencia, a escuchar canciones con contenido no apto para su edad, a ver series o películas de televisión con antivalores, entonces, ese aprendizaje social del que se está nutriendo, independientemente de la familia, alterará su manera de comportarse, casi tanto como el modelaje que le de la familia en casa.
El ser humano aprende por muchos medios diferentes pero la observación, la escucha activa y la experimentación son parte muy importante de este aprendizaje, así es que, los libros que se leen, los programas de televisión o películas que se ven, las redes sociales a las que se pertenece, la música que se escucha, los video juegos que se practican, todo aporta a construir el aprendizaje de cada uno de nosotros, así como a plasmar el comportamiento que expondremos.
Es recomendable que tengamos siempre en cuenta que las personas nutrimos nuestros pensamientos y nuestro proceso de aprendizaje del exterior y que dediquemos tiempo a analizar qué nos está dejando aquello de lo que nos nutrimos, pues hoy en día, las redes sociales, los aparatos electrónicos, el internet, las propuestas virtuales, son el nuevo muñeco Bobo que nos avisa que lo que observamos nos deja aprendizaje y moldea nuestra conducta.
* Socio directora de Lexium