Nada, con la mala noticia de que el viernes pasado murió León Olivé Morett, notable académico de la Universidad Nacional Autónoma de México. Pero, sobre todo, buena persona. Filósofo, aunque no pedante, combinación más bien rara en nuestra hoguera de vanidades. Olivé personificaba, como pocos, las posibilidades de intersección del pensamiento científico con el discurso de las humanidades.
En primer lugar, porque era matemático. Esa fue la carrera que estudió en la Facultad de Ciencias de la UNAM, y de la que se recibió, en 1972, con la tesis “Cohesión en gráficas”, una breve disertación de 45 páginas. De 1974 a 1975 fue profesor de tiempo completo del Departamento de Ciencia Básicas de la Universidad Autónoma Metropolitana (Azcapotzalco), e inició la maestría en filosofía en la UNAM, interesado en el campo de la epistemología de las ciencias formales. Tuvo entonces la ocasión de acceder a los estudios de doctorado nada menos que en la Universidad de Oxford, institución en la que obtuvo, en 1980, el grado de doctor en filosofía con la tesis “The Significance of Epistemological and Ontological Preconceptions in three Sociological Theories of the State”, un amplio ejercicio de reflexión interdisciplinaria plasmado en un volumen de casi ochocientas páginas.
Al regresar a México se reincorporó a la Autónoma Metropolitana, aunque esta vez al Departamento de Filosofía de la División de Ciencias Sociales y Humanidades, en la sede de Iztapalapa. Permaneció en esta institución de 1980 a 1985 y ocupó los cargos de Coordinador de la Maestría en Filosofía de la Ciencia y Jefe del Área de Lógica y Filosofía de la Ciencia. En el periodo coincidió con Luis Villoro, ambos como profesores del Departamento. Villoro preparaba entonces la publicación de “Creer, saber, conocer” (Siglo XXI, 1982) y Olivé se ocupaba de la adaptación de parte de su trabajo de tesis al español, lo que resultaría en el libro “Estado, legitimación y crisis”, Siglo XXI, 1985).
En 1983 Villoro se reintegró al Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, y poco después, en 1985 Olivé se incorporó a la planta de investigadores de dicho instituto, a la que pertenecería hasta el fin de sus días.
Prácticamente al ingresar a Filosóficas Olivé fue designado director del Instituto, cargo en el que permanecería hasta 1993. Su trabajo como director no fue un impedimento en su trayectoria académica. En 1988 publicó, en el Fondo de Cultura Económica, uno de sus trabajos de mayor relieve, la obra “Conocimiento, sociedad y realidad. Problemas del análisis social del conocimiento y del realismo científico”. El mismo año de publicación de esta obra, y en buena medida gracias a ella, recibió el Premio de Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades de la Academia Mexicana de Ciencias. Su libro fue más adelante traducido al inglés y publicado por la editorial holandesa Rodolpi (Amsterdam, 1993).
Al término de su encargo en la dirección de Filosóficas, Olivé fungió como el primer Coordinador del Consejo Académico del Área de las Humanidades y de las Artes de la UNAM (1993-96). Aunque no descuidó sus actividades de docencia e investigación en este lapso, las tareas al frente del CAAHYA implicaron un intenso y desgastante trabajo burocrático y de organización, precisamente porque los Consejos Académicos de la UNAM eran una nueva creación institucional en la que había que desarrollar un fuerte trabajo de coordinación para hacerlos funcionar.
A su salida del Consejo Académico de Área, Olivé decidió reorientar su trayectoria académica y profesional: dejar de lado las actividades de gestión directiva y emprender proyectos para el desarrollo de la investigación y la formación de estudiantes en las áreas de su interés. Es en ese momento en que se perfilan, con claridad, las tres áreas de investigación a las que dedicaría su tarea intelectual: Primera, la epistemología y filosofía de la ciencia, campo que venía cultivando desde su formación filosófica. Segunda, el análisis de las relaciones interculturales, en particular las formas de diálogo intercultural presentes en distintas tradiciones de pensamiento. Tercera, el estudio de las relaciones entre la ciencia, la tecnología y la sociedad. Esta última área habría de incluir, en sus trabajos más recientes, los temas relacionados con la ética del trabajo científico y el compromiso social de las humanidades.
Al comenzar el siglo XXI las líneas de investigación definidas por Olivé se plasman en una trilogía de libros que fueron recibidos con gran interés. En 1999 “Multiculturalismo y pluralismo” (Paidós-UNAM); “El bien, el mal y la razón. Facetas de la ciencia y la tecnología” (Paidós-UNAM): “Interculturalismo y justicia social” (UNAM). En 2006 le fue otorgado el Premio Universidad Nacional en Investigación en Humanidades. En el bienio 2007 a 2009 se encargó de coordinar el Posgrado en Filosofía de la Ciencia de la UNAM, proyecto que había impulsado desde sus inicios a mediados de la década noventa.
En 2009 fundó y dirigió hasta 2017 el Seminario de Investigación sobre Sociedad del Conocimiento y Diversidad Cultural. Su último trabajo, en diálogo con Ruy Pérez Tamayo, “Temas de ética y epistemología de la ciencia” (Fondo de Cultura Económica, 2011), refleja con fidelidad el ambiente de conversación abierta e inteligente que se vivía en el Seminario.
En fin, nos deja un universitario de primera categoría, un ejemplo de lucidez y de curiosidad por lo importante.